
Brasil necesita decidir si quiere o no controlar la epidemia del VIH.
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En vísperas del comienzo de 2025, el mundo reflexiona sobre la probabilidad real de no alcanzar los objetivos del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA), que proyectó el fin de la epidemia del VIH/SIDA para 2030.
Según el plan establecido hace aproximadamente una década, un compromiso global de los países para ampliar el acceso a la prevención, pruebas, diagnóstico y tratamiento del VIH resultaría en una reducción de los nuevos casos de VIH a niveles tan bajos que la epidemia podría considerarse bajo control.
Desde entonces, la tasa mundial de incidencia del VIH ha disminuido, aunque de forma insuficiente. Según el último informe de ONUSIDA, en 2023 se detectaron 1,3 millones de nuevos casos de la infección en todo el mundo. Esta cifra es un 39 % inferior a la de 2010, pero también es más del triple de la meta de 370 000 nuevos casos para 2025.
Ahora vienen las malas noticias: mientras que a nivel mundial los casos nuevos de VIH están disminuyendo, en América Latina han aumentado casi un 10% en el mismo período.
Al analizar este "fracaso" con más detalle, es fácil concluir dos cosas. Primero, que no se produjo por falta de tecnología para alcanzar los objetivos. Y segundo, que contar con estas tecnologías no es suficiente para controlar la epidemia.
Respecto al primer punto, puedo afirmar con absoluta certeza que, gracias a la tecnología sanitaria desarrollada por la ciencia hasta la fecha, la infección por VIH ahora se puede prevenir, diagnosticar y tratar fácilmente. Con la PrEP, la PEP, los preservativos, las pruebas rápidas y de autodiagnóstico, y el tratamiento de vanguardia contra el VIH, ya no existen desafíos técnicos.
En segundo lugar, la euforia tecnológica termina cuando lamentablemente nos enfrentamos a una realidad en la que factores humanos y sociales impiden que las poblaciones vulnerables al VIH se beneficien de las tecnologías mencionadas anteriormente.
No es de extrañar que el informe de ONUSIDA para el Día Mundial del SIDA (1 de diciembre) se titule " Toma el camino correcto ". El informe destaca la importancia de garantizar los derechos individuales para lograr un control eficaz de la epidemia.
Una sociedad que no priorice la educación sexual, la lucha contra la discriminación contra las minorías sexuales o el acceso a una atención sanitaria integral para estas poblaciones vulnerables nunca podrá poner las tecnologías mencionadas anteriormente al alcance de todos y seguirá concentrando los casos de VIH entre las personas marginadas.
Brasil es un excelente ejemplo de ello. En 2017, el Ministerio de Salud lanzó con acierto la política pública de Prevención Combinada del VIH, que incluyó nuevas tecnologías de prevención y destacó la PrEP (Profilaxis Preexposición). Hoy, siete años después, el país presencia un verdadero mosaico de implementación de esta política.
Sabemos que su implementación en el territorio depende de los gestores locales, por eso hoy vemos que sólo en las localidades donde la administración abrazó la política de Prevención Combinada estamos viendo una caída en los nuevos casos de VIH.
Si bien la región central de São Paulo, que durante décadas fue el epicentro de la epidemia brasileña de VIH, ha experimentado una disminución del 74 % en los nuevos casos de esta infección en los últimos seis años, algunas regiones aún experimentan un aumento. ¿Qué sucedió en São Paulo para lograr este extraordinario resultado? Fue simplemente la implementación de la política pública de Prevención Combinada.
Las tecnologías y políticas públicas necesarias para que Brasil ponga fin a la epidemia del VIH para 2030 ya existen. Pero si queremos que esto realmente suceda, debemos elegir el camino de garantizar los derechos individuales y enfrentar las desigualdades y la discriminación, no el camino de la regresión y el conservadurismo científico.
El tiempo se acaba. ¿Qué camino tomaremos en los próximos años?
*Texto publicado originalmente en la sección VivaBem de UOL.